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Era normal ver que la futura mamá, las abuelitas, pusieran mano en obra para adquirir los más delicados hilos para emprender a realizar la ropita que cubrirá al bebé.
Todo se realizaba con muchísimo cuidado y amor, impregnando de bellos sentimientos dichas prendas.
Lo mismo sucede al forrar la cuna donde se pondrá al pequeñín.
Pero, que pasa si por error se quedaran alfileres o agujas en uno u otro caso?
Es obvio que se debe de poner muchísima atención para que no haya nada que moleste y afecte al indefenso ser, evitando que sea afectado, incluso por pequeñas imperfecciones u otra cosa.
Lo mismo sucede con nosotros…..
Tienes problemas con un hermano, no deseas ceder a los designios que en vida dejaron tus padres y buscas que se haga tu voluntad, aún no perdonas a tal o cual persona, te niegas a aceptar tus errores, aún no superas las pruebas que se te han presentado?
Todo esto y más es lo que hay en tu interior, en los recuerdos que aún duelen, en los corajes, los odios, rencores,la pereza, el orgullo mal entendido, en negar que aún hay emociones reprimidas, y más, son las agujas, los alfileres, las espinas con las que estamos tejiendo el pesebre que ha de recibir a Jesús.
Seamos congruentes, aceptemos nuestras debilidades, nuestras obscuridades, afrontémoslas, superémoslas, transformándolas en virtudes, o al menos, que ya no sean un lastre, que son las cosas que han de impedir que esté disfrutando de nacer el Niño Dios en nuestro corazón.
Espero no ser como San Juan Bautista, quien grita en el desierto….
Ojalá y este tiempo de Adviento, de preparación, nos impulse a nuestra transformación, pues, los días se van, el tiempo vuela y si no acertamos ponernos en obra, nadie lo hará por nosotros.
Enderecemos nuestros caminos, dice el Señor!!!
Y aquí no se trata de señalar culpables, de “pasarle la bolita al otro”, NO!!!, se trata de que cada uno aceptemos lo nuestro, que cada quien haga lo suyo, lo que le corresponda.
Todo ello es lo que hemos de ofrecer al Salvador, al Rey de Reyes, al Amor Divino hecho hombre, Padre y Hermano nuestro.
Recuerda lo que Jesús nos dice:
“Lo que le hagas, incluso al más pequeño de mis hermanos, me lo haces a mí”.
Y también nos dice:
“Si me niegas a mí, yo te negaré delante de mi Padre”.
Entonces pues la invitación para hacer lo necesario, lo conducente, lo necesario y sanemos todo lo que debamos sanar, transformándolos en nuestra paz y armonía.
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Bendiciones: Arturo Castro Rojas